Carta del Padre Tommy Nin Mitchell
Sion del Padre, 18 de julio de 2021
Querida Familia de Schoenstatt,
Desde Sion del Padre, en Argentina, les deseo a todos un muy bendecido día de Alianza.
Julio es un buen mes para reflexionar sobre la vocación. Las lecturas de los domingos en este mes giran en torno al llamado y al envío de los Apóstoles. Los schoenstattianos recordamos, el 8 de julio, el aniversario de la ordenación sacerdotal del P. José Kentenich. Además, el Instituto de los Padres de Schoenstatt, la comunidad a la que pertenezco, cumple hoy 56 años de su fundación.
La palabra “vocación” proviene del latín vocare, llamado. Cristianos somos aquellos que hemos escuchado el llamado de Jesús y hemos optado por seguirlo. Ser cristiano no es entonces obedecer una serie de reglas, sino ser discípulo haciendo el camino de Jesús. El verdadero discípulo también es misionero, porque anuncia la Buena Nueva que es el mismo Cristo. La iniciativa del llamado proviene de Dios y el hombre responde haciendo uso de su libertad.
Haciendo analogías futbolísticas, es Jesús el que nos convoca al equipo; el que elige los partidos que tenemos que jugar. Y no nos tiene que extrañar que, para los partidos más difíciles, elija a los mejores jugadores. Ningún jugador de la selección rechaza jugar la Copa América para participar de un amistoso en la cancha del barrio. No rechacemos la invitación del Señor cuando nos convoca a jugar en los eventos importantes de la vida.
Los schoenstattianos, en particular, lo hacemos desde nuestra condición de aliados. Somos parte del equipo de la Mater. Estamos orgullosos de ello. ¡Cuántos aliados entregan todo en este tiempo difícil, dejando el corazón en la cancha de juego! Con María a nuestro lado, tenemos un equipo invencible. Esa convicción es la que tiene el P. José Kentenich y que la plasmó en la oración Gracias por Todo, cuya primera estrofa fue compuesta en el campo de concentración de Dachau y la segunda, en 1945, luego del retorno a Schoenstatt:
Gracias por todo, Madre,
todo te lo agradezco de corazón,
y quiero atarme a ti
con un amor entrañable.
¡Qué hubiese sido de nosotros sin ti,
sin tu cuidado maternal!
Gracias porque nos salvaste
en grandes necesidades;
gracias porque con amor fiel
nos encadenaste a ti.
Quiero ofrecerte eterna gratitud
y consagrarme a ti con indiviso amor. Amén.
Que esta oración sea también la nuestra, al recorrer el camino de discípulo y misionero.
Les envío a cada uno mi bendición y mi oración desde el Santuario.
Tommy Nin Mitchell
“Quedamos en eso, permanecemos fieles”
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