Santuario de Nueva Helvecia

 

80 Años del Colegio MTA en Nueva Helvecia (2017)

 

Relato de la construcción del primer Santuario filial de Schoenstatt
¿Cómo nació la idea de construir un Santuario?

La Hna. M. Clara había salido de Alemania  en 1938 con la idea (algo remota) de construir un Santuario. Incluso había traído consigo los planos del Santuario original, pero nadie lo sabía. La idea de construir el Santuario nació de una necesidad impuesta por el apostolado. En todas las casas, tanto en Argentina  como en Uruguay, comenzamos inmediatamente a trabajar con grupos de Schoenstatt. Para ello era imprescindible vincular a niños, jóvenes y adultos con la fuente de gracias: El Santuario.

Pronto nos dimos cuenta que esto era prácticamente imposible: Teníamos una gran foto del Santuario Original y también una ermita con la imagen de la MTA, pero nada de esto podía suplir la experiencia del Santuario. En 1941 surgió el deseo unánime de construir un Santuario exactamente igual al original. La causa no fue -como suelen pensar algunos- que las Hermanas construyeron el Santuario porque extrañaban Schoenstatt. No fueron tan fuertes las nostalgias ya que estábamos muy vinculadas interiormente al Santuario original y nos unía la gran misión apostólica.


La Virgen nos hizo ver claramente que, para quienes no lo conocían, era imposible una vinculación intelectual con un Santuario ubicado en Europa al que -por costumbres y posibilidades de aquel entonces- jamás iban a poder visitar. El fracaso apostólico por la falta de la fuente de gracias, nos unió profundamente a todas en esta difícil empresa de ser pioneras. Hablando humanamente, esta iniciativa era -desde todo punto de vista- una locura. En lo material, habíamos contraído grandes deudas al tener que pagar el pasaje de las últimas cinco Hermanas y sobre todo debido a la construcción del colegio, aún inconcluso.

A esto se sumaban los gastos normales de alimentación, servicios, etc. que casi no podíamos cubrir pues los ingresos no eran suficientes. (En el Uruguay los colegios privados no reciben subvención alguna del Estado). En mayo de 1941 surgieron algunas iniciativas para recaudar fondos: Al ser Nueva Helvecia un lugar de turismo entre Colonia y Montevideo, los fines de semana había una gran afluencia de gente. Dos Hermanas tomaron contacto con estas personas y trataron de interesarlas por el Santuario. Entre ellas se hallaba el dueño de una fábrica de fósforos de Montevideo que nos ayudó mucho en la realización de nuestro proyecto… Pero antes debo contarles del momento en que tomamos la decisión.

En las vacaciones de invierno hacíamos nuestros ejercicios espirituales. Nos reuníamos todas las Hermanas del Uruguay y de la Argentina: éramos veinte. A principios del mes de julio de 1942 llegó el momento histórico en el que nos decidimos a construir el Santuario. No fue nada fácil tomar esta decisión: Todas conocíamos muy bien nuestra situación económica y por ello varias sostenían que primero era preciso pagar las deudas. El argumento era muy sensato, pero hacer esto nos hubiera insumido muchos años y nos urgía fundar Schoenstatt en estas tierras.

Eramos conscientes de que la construcción del Santuario iba a costar mucho: especialmente el techo, el retablo del altar y las ventanas. En todas nuestras casas filiales se podía «seguir tirando» pero no existían perspectivas de una posible mejoría por la carencia de Hermanas que aportaran su trabajo. Eramos solo veinte (distribuidas en la Argentina y el Uruguay) y todas alemanas; así que debíamos contratar personal docente al que -por supuesto- había que pagarle. Y sin embargo la construcción del Santuario nos urgía. Había aún un problema mucho más importante y delicado: ¿Podemos construir un Santuario igual al original? Al partir de Schoenstatt, todas escuchábamos en el canto de despedida, un estribillo que decía: «Solo hay un Santuario…» ¿Podríamos atrevernos a construir otro? ¿No era eso traicionar lo más esencial de Schoenstatt? ¿A quién preguntar? La guerra había interrumpido las comunicaciones con Alemania y no podíamos consultar nada a la Dirección de nuestra Familia ni a nuestro Padre y Fundador que estaba prisionero en el campo de concentración de Dachau… La decisión estaba totalmente en nuestras manos…

Las Hermanas de los otros países nos reprocharon nuestra «infidelidad a Schoenstatt» . Y a pesar de esta opinión adversa, estábamos totalmente convencidas de que habíamos sido enviadas aquí para edificar Schoenstatt y esto, sin el Santuario, era imposible. Para nosotras era evidente que debíamos edificar un Santuario en estas tierras. (Cabe recordar en este contexto que años más tarde, durante la larga búsqueda -de tres años y ocho meses- del terreno para la construcción del primer Santuario en la Argentina, el Padre y Fundador solía repetir a menudo: «Sin el Santuario no hago nada…») Volviendo ahora a nuestra historia, en ese encuentro de julio de 1942 estudiamos el asunto a fondo y llegamos a estas conclusiones:

  • Este Santuario es una filial del Santuario original y por lo tanto debe permanecer siempre vinculado a él.
  • En cuanto a su eficacia: El Santuario filial recibe las gracias que fluyen del Santuario original pero a su vez aumenta el capital de gracias de él.

Lo comparamos a una corriente subterránea que fluye desde el Santuario original y vuelve enriquecida hacia él. Hoy tengo todavía presente el pizarrón en el que dibujamos a la derecha y arriba al Santuario Original y a la izquierda, abajo, a nuestro Santuario. Ambos están unidos por las dos corrientes… Y más tarde ¡que alegría nos causó el Padre y Fundador al darnos la misma explicación gráfica que nosotras habíamos hecho en nuestro afán por esclarecer el problema ! Resolvimos colocar la piedra fundamental el 18 de octubre de 1942, como expresión de esa unidad.

El aspecto material lo solucionamos así: Trataríamos de recaudar fondos para la construcción pero sin contraer deudas. Se trataba de la casa de la Virgen. Ella se preocuparía. Pero también: «Nada sin ti, nada sin nosotras«. Nuestro principal afán era el capital de gracias. Ya en 1941 las Hermanas (especialmente las que trabajaban en el Uruguay) se habían esmerado en hacer aportes para el capital de gracias. Oportunidades sobraban: Todos los sacrificios que suponían la adaptación al país, el clima, el trabajo y las dificultades de la vida diaria; la preocupación por el Padre y Fundador, prisionero en el campo de concentración; por la Familia de Schoenstatt y nuestros familiares y sobre todo las dificultades con el idioma que aún no dominábamos y que debía convertirse en nuestro principal instrumento para el apostolado…

Nuestras aspiraciones durante el mes de mayo (mes de María en casi todo el mundo) se centraron -en las cinco casas filiales (Nueva Helvecia, Cardona y Salto en el Uruguay; V.Ballester y V.Alsina en la Argentina)- en la construcción espiritual del Santuario. Nuestros alumnos se entusiasmaron mucho y motivados continuamente por nosotras, se mostraron ampliamente generosos. También las señoras y las chichas participaron en esta campaña de oraciones y sacrificios. Otra buena oportunidad para ofrecer sacrificios se nos presentó con la búsqueda de los medios materiales para la construcción. No debíamos recurrir a la Comisión de Damas pues ya tenía la tarea de recaudar fondos para abonar los intereses y la amortización del préstamo pedido para la construcción del colegio.

Los niños aprovecharon toda ocasión que se les presentaba para ganar unos céntimos. Algunos traían masitas y las vendían en el recreo. Los varones recorrieron el pueblo juntando botellas, latas, papel, etc. que luego vendían con gran entusiasmo. Una mamá tejió un pullover para que su hijo lo pudiera rifar. Otros contribuían con una torta y otro premio. En Cardona las Hermanas hicieron un teatro de títeres los domingos por la tarde y los alumnos cobraban la entrada para la «caja» del Santuario. Por supuesto que con estos medios no alcanzaba. ¡Aún teníamos que adquirir el terreno donde se edificaría el Santuario ! Estaba ubicado en la otra esquina de la misma cuadra del Colegio. Le confiamos esta necesidad a la MTA y lo hicimos colocando una pequeña ermita cerca del lugar, casi en el límite con el terreno. Con frecuencia, íbamos allí, tanto los niños como nosotras para «recordarle» a la Señora y Reina que ese debería ser el lugar de su casa.

Finalmente se pudo comprar el terreno con las donaciones que nos hizo el Sr. García Monge (el dueño de la fábrica de fósforos en Montevideo, antes ya mencionado). El 28 de febrero llegamos a un acuerdo con los dueños del terreno y el 10 de junio de 1942 lo compramos por $428,28 quedando aún en caja $ 327,36 para el inicio de la construcción. El domingo 4 de octubre el P. Lorenzo Amengual, nuestro párroco, bendijo el terreno. Días más tarde se marcó el perímetro del Santuario.

La colocación de la piedra fundamental -el 18 de octubre de 1942- fue precedida por una semana de oración y sacrificio que comenzó el 11 de octubre. Podemos descubrir también en esto un signo de la Providencia: El 12 de octubre de 1942, se cumplieron exactamente 450 años de la llegada del Evangelio a América, anuncio del aniversario que celebraremos en 1992. Sin duda, esto es un signo de la misión que quiere cumplir la Sma. Virgen desde éste y los demás Santuarios de América.

Construcción

18 de octubre de 1942: Colocación de la piedra fundamental

Ese día los alumnos del colegio Mater Ter Admirabilis de Nueva Helvecia se consagraron a la Sma. Virgen, aspirando llegar a ser «hijos predilectos»; un ideal verdaderamente acertado: Ellos fueron co-fundadores del primer Santuario filial de Schoenstatt. Los niños fueron en procesión desde el Colegio hasta el lugar destinado al Santuario.

Otros veintisiete niños y algunos adultos llegamos en peregrinación desde Cardona. Viajamos en camión, ya que a causa de la guerra mundial escaseaba el combustible y por eso no pudimos alquilar un ómnibus. Las señoras de la Comisión hospedaron generosamente en sus casas a todos los peregrinos. Esta fue la primera peregrinación realizada en tierra americana hacia el lugar del futuro Santuario. Como ya hemos visto, los niños tuvieron un papel esencial en su construcción. Ellos fueron los pequeños instrumentos que la Mater escogió para esta obra grande, de una repercusión insospechada.

El Obispo de Salto otorgó, el 8 de octubre de 1942, el permiso para la construcción del Santuario y delegó en el Párroco, P. Lorenzo Amengual, la tarea de bendecir la piedra fundamental, que luego se ubicó debajo del altar. Fue en esta oportunidad cuando por primera vez en la historia se leyó -en la construcción de un Santuario- el Acta de Fundación del 18 de octubre de 1914.

En la piedra fundamental se pusieron varios documentos y también los símbolos de los aportes al capital de gracias hechos por los niños. La casa filial de Cardona hizo una petición por sacerdotes schoenstattianos santos y la colocó en la piedra. También se puso en los cimientos tierra del Santuario original y piedritas de las tumbas de los héroes schoenstattianos caídos durante la primera guerra mundial. Una de las primeras cuatro Hermanas uruguayas (que ingresaron ese año), la Hna. Asunción, recitó una poesía hecha por ella en la que manifestó claramente la relación entre el 18 de octubre de 1914 y el 18 de octubre de 1942.

Inicio de la obra

Inmediatamente después se inició la edificación del Santuario. El constructor aceptó la propuesta de trabajar en tanto y en cuanto hubiera dinero… Se aprovecharon todas las oportunidades para conseguirlo, aunque las sumas eran muy pequeñas. A medida que crecían las paredes, nuestro entusiasmo aumentaba… Pero a principios de 1943, cuando los muros tenían unos 80 cm. de altura, tuvimos que detener la construcción. Los ánimos comenzaron a decaer y algunas Hermanas vieron en ello una señal de la Virgen que nos pedía saldar primero la gran deuda que teníamos con la construcción del colegio. Hoy vemos con claridad que, de haber cedido a esta «tentación» la construcción del Santuario se hubiera demorado muchos años.

Sabíamos -desde un primer momento- que nuestro mayor capital era la fe ciega en el poder y en la bondad de María… Volvimos a Ella y la gracia venció por fin todos los obstáculos. En Mayo decidimos inaugurar el Santuario el 18 de octubre de 1943. Terminarlo con todos sus detalles: Retablo, altar, vitrales, etc. era una decisión muy osada, sobre todo si pensamos en nuestra situación económica tan precaria. Incluso arriesgamos más… Como dije antes, en esa época ingresaron las primeras Hermanas uruguayas y necesitaban para su formación, al menos una casa pequeña, alejada del gran bullicio del colegio. Confiando en la Mater nos lanzamos en su búsqueda. El 31 de mayo hicimos un contrato con Ella: Le prometíamos terminar su Santuario sin contraer deudas a pesar de los muchos problemas por resolver… Ella nos debía dar a cambio una casita para el noviciado… Y el pacto se realizó plenamente: Apenas inaugurado el Santuario nos ofrecieron la casita de al lado.

Volvamos ahora a la construcción del Santuario. Para poder continuarla, motivamos nuevamente a los niños, los pequeños ayudantes. Pero esto no bastaba. También tratamos de interesar a algunas personas con posibilidades de colaborar. La Hna. M. Clara -que como dijimos antes había traído de Alemania los planos del Santuario- era la encargada de velar por su construcción. A ella le tocó también la responsabilidad principal de conseguir los medios. Redoblamos los aportes al capital de gracias a fin de que la Sma. Virgen moviera los corazones de los donantes. Llegaron así varias donaciones considerables, incluso de gente que realizó verdaderos sacrificios. Hasta una señora protestante quiso participar en esta empresa.

El 8 de junio se reanudó la construcción. Tuvimos que esperar un tiempo al constructor, que lógicamente había aceptado otros trabajos. Desde el 8 de junio al 18 de octubre se nos presentaron muchas dificultades, ocasionadas por un lado por la inexactitud de los planos y por el otro, por la falta de habilidad de los obreros. Nuevamente… la pequeñez de los instrumentos. Menciono algunos de aquellos problemitas: Los muros del Santuario original son de 60 cm. de espesor. Nosotras resolvimos hacerlos sólo de 30 cm.; por eso -como tomamos las medidas del Santuario basadas en su perímetro exterior- contábamos con que el interior del mismo sería algo más grande que el Santuario original. Sin embargo, el constructor no tuvo tan presente esa diferencia… en el presbítero tomó como base las medidas del interior de los muros. Al darse cuenta tuvo que demoler esa parte ya que sus proporciones no coincidían con las del resto de la edificación y volver a comenzar el trabajo…

En los planos no figuraban exactamente las ventanas -altura, distancia que debía separarla del borde exterior de la pared, etc.- Finalmente fueron mal colocadas y hubo que sacarlas y hacer nuevos intentos. El Arquitecto no llegó el día convenido y la construcción de la bóveda sobre el altar quedó postergada. El techo también ocasionó problemas: no sabían como hacerlo, tampoco como debía ser la madera, etc. Nuevamente hubo que llamar al Arquitecto y además tratar de conseguir -con grandes dificultades- la madera en Montevideo. Tampoco tenían idea de cómo colocar la torre y la campana. Pero el problema más grande fue el altar y su retablo. Entre los devotos de la MTA se hallaba un ebanista español: el Sr. Joaquín Vidal quien sólo por amor a la Sma. Virgen se comprometió a hacerlo. Nuestro anhelo era que todo fuera idéntico al de Schoenstatt. Esto era pedir algo casi imposible: No teníamos ni un solo dibujo. Sólo algunas fotos que no permitían apreciar el diseño, de por sí muy elaborado.

A esto se sumaban los datos aportados por nuestra memoria: No todas coincidíamos en los detalles… El Sr. Vidal tuvo que hacer varios croquis, estudiando las fotos con una lupa. Además el constructor se equivocó en una oportunidad al darle las medidas del presbiterio. En las fotos no podía distinguir el volumen de los relieves ni el tamaño y la forma de las columnas. Debido a que no tenía herramientas necesarias hubo que enviar el trabajo a Montevideo para el torneado. Las distintas partes fueron acompañadas con dibujos del Sr. Vidal y una gran foto del Santuario, con el pedido de que sea una copia exacta del original. Esto disgustó mucho al tornero… Pero la Virgen premió los grandes esfuerzos, la paciencia y el cariño con que todo fue hecho. El altar salió realmente magnífico y el mismo Padre y Fundador destacó su similitud con el original.

La imagen de la Mater tampoco tenía el tamaño exacto. Hubo que recortarla… En medio de tantas preocupaciones, el Arquitecto descubrió que el constructor nos estaba engañando al cobrarnos más de lo que salía el trabajo. Como sucede tantas veces con la construcción de los Santuarios, ya con el primero se presentaron sorpresas no siempre gratas… No dudamos de que el demonio tenía también sumo interés en esta obra de tanta trascendencia. De aquí su gran afán por desbaratar en lo posible los planes de Dios e impedir su ejecución… Pero él no contaba que esto era, para los hijos de la Virgen, la gran oportunidad de aumentar hasta el desborde el tesoro de gracias.

En las vísperas del 17, los carpinteros trabajaron toda la noche…Sin embargo no pudieron colocar para el 18 de octubre la torrecita del Santuario, pues como las baldosas del piso aún no estaban firmes, no se pudieron montar andamios, ni utilizar escaleras. Esto causó mucha pena en la juventud femenina de Schoenstatt, que había regalado la campana. Pero para consuelo de las chicas, se la colocó sobre el techo en un soporte provisorio. Tampoco conseguimos las estatuas de San Luis y de San José tal como las tenía en aquel entonces el Santuario original (en las rinconeras). La estatua de San Miguel fue traída en barco desde Buenos Aires y llegó con un brazo roto. El piso no se llegó a pulir y la limpieza quedó relegada para la última tarde.

Inauguración

El 17 fue un día muy importante. A las 20:00 horas trasladamos solemnemente la imagen de la MTA y la ubicamos delante del Santuario. Tal como más tarde se haría costumbre, participaron en los preparativos de esta fiesta los niños, las chicas y muchas familias. El lavadero estaba repleto de flores, traídas por los niños. Las ubicamos de acuerdo a los colores y con las corolas de muchas de ellas, fijadas sobre una madera, hicimos un marco para la imagen.

Mientras tanto otros colocaban en el parque farolitos y banderines, especialmente a ambos lados del camino por el que pasaría la imagen. Por la noche se realizó la gran procesión desde la Iglesia parroquial hasta el Santuario. Fue un suceso muy impactante para muchos de los participantes que jamás habían visto en su ciudad algo parecido. Entre los peregrinos había gente de Cardona y de la Argentina. Hay una foto donde pueden verse seis chicas, algunas de ellas pertenecientes al Movimiento en la Argentina aún hoy. También estuvieron dos sacerdotes de la diócesis de Bahía Blanca: El P. Luis Reim y el P. Francisco Maibach. Ambos nos apoyaron mucho.

La procesión se dirigió cantando al Santuario. Después que el Cura Párroco bendijera el cuadro y dirigiera unas palabras, el Padre Reim habló con gran entusiasmo e invitó a los presentes a levantar los farolitos que llevaban en sus manos para pedir a la Virgen -con este gesto- que tomara posesión del Santuario. ¡Por fin había llegado el 18 de octubre de 1943! Era lunes. La Mater misma había cuidado que la bendición se realizara precisamente en esta fecha tan significativa. Un tiempo antes se había decidido que la inauguración fuera el domingo 17, para que pudiera participar la mayor cantidad posible de gente. Pero el Obispo tenía ese día compromisos que le impedían estar en Nueva Helvecia y por eso lo trasladamos para el lunes 18. También participó mucha gente. Por la mañana la solemne procesión, encabezada por Monseñor Viola, se encaminó hacia el Santuario.

Primero fue bendecida la campanita y colocada en el soporte provisional, mientras el Obispo continuaba con la bendición del interior del Santuario. Una vez terminada la bendición hicimos repicar la campana mientras los niños entonaban un canto alusivo. Inmediatamente el Obispo celebró la Santa misa por primera vez en el Santuario. Los cantos y las oraciones podían escucharse claramente a través de los altoparlantes ya que solo unas pocas personas se hallaban en su interior. Por las comuniones, unas cien, pudimos comprobar que el número de los participantes fue considerable, por tratarse de un día laborable.

Un recuerdo que pone de manifiesto el obrar de la gracia: Una exalumna que a pesar de la catequesis y los buenos consejos recibidos durante siete años no había logrado decidirse a tomar la primera comunión, lo hizo en esta Santa Misa. Este fue sin duda un regalo precioso. Finalizada la Santa Misa, Monseñor dirigió unas palabras llenas de entusiasmo. A continuación los dos sacerdotes de la Argentina antes mencionados, celebraron otra Misa en el Santuario (en aquel entonces no se concelebraba). Mucha gente participó aún de estas Santas Misas.

Alrededor de las 13:00 horas se sirvió un almuerzo festivo al que asistieron el Obispo y los huéspedes. Entre ellos se encontraba un Padre Palotino de Montevideo, representando a su comunidad. Las familias de Nueva Helvecia colaboraron con mucha generosidad en la preparación de este almuerzo. Esta característica del pueblo se manifestaría en el futuro en cada fiesta y peregrinación. A las 16:00 horas rezamos una hermosa paraliturgia en el Santuario. Los niños del Colegio renovaron su consagración con fervor y entusiasmo. Este acto fue presidido por el Obispo, que expresó su emoción en las palabras que les dirigió. También los alumnos de Cardona renovaron su consagración como pequeños apóstoles de la MTA.

Finalmente el Obispo se acercó a la puerta y leyó solemnemente el documento de fundación de este Santuario. Además nos hizo el gran regalo de conceder una indulgencia de cincuenta días a todos aquellos que rezaran un Ave María en el Santuario. El documento fue firmado por él, por todos los sacerdotes presentes, la Hna. Cándida y algunos bienhechores. Durante todo el día llegó mucha gente para rezar en el Santuario. Al atardecer se trasladó el Santísimo a la capilla de la casa pues faltaba colocar las cerraduras del sagrario y de la puerta de entrada.

Finalmente las Hermanas rezamos en el Santuario una breve paraliturgia durante la cual uno de los sacerdotes de Schoenstatt nos dirigió unas palabras. Sólo faltaba el Padre José Kentenich, nuestro Padre y Fundador… Todas estábamos hondamente convencidas que con la bendición del Santuario se había obrado un verdadero milagro por medio del «Mater perfectam habebit curam» -la Madre se preocupará perfectamente-. En adelante, deberíamos tener solo una preocupación: aumentar el capital de gracias, a fin de que la Madre pudiera atraer los corazones, vincularlos al Santuario, transformarlos y educar verdaderos apóstoles.

¡Que este Santuario se convierta en un verdadero lugar de peregrinación y de gracias, igual que el Santuario original!

Fuente http://www.wikischoenstatt.org/